29.3.09
18.3.09
En el país donde no pasa nada malo... El puente...
Érase una vez un país, el país donde no pasaba nada malo, donde uno puede darse el lujo de ser líder minero a costa de miles de pobres trabajadores y nadie dice nada, o donde uno puede hacer un retén policial y causar homicidio, y sin embargo, no pasa nada malo...
En esta ocasión, este es la historia de una niña, una niña muy juguetona, llamada... señorita misterio.
Y es que tan solo era un día normal, quizás un martes, quizás un jueves, solo un día normal.
Pero no podría ser un día tan cotidiano para la vida de ciertas personas, en la vida de la señorita misterio, era uno de esos días.
Probablemente ella no lo sabía, pero su vida cambiaría ese día, cambiaria para siempre, y es que, tan solo al otro día, una gran parte de la población, en algún lugar geográfico, del país donde no pasa nada, iba a conocer su historia.
Solo por que, su historia, así como muchas otras, simplemente queda marcada por una mala cultura, una cultura donde la gente del país donde no pasa nada, vive acostumbrada, o al menos eso quiere la sociedad, a un mundo de comodidades, donde se piensa que la gente que mas importa es uno mismo, donde, para sobresalir, tienes que fregarte a los demás, donde apoyar a otros sin que ellos te apoyen, es casi un pecado, esa mala, maldita y triste mala cultura.
Por que quizás la señorita misterio este día pueda haber aprendido una lección, una muy valiosa lección, por más que uno tenga privilegios como ciudadano, debe de ser prudente.
Hoy podrás ser la señorita misterio, solo por hoy Laura Enríquez Carbajal, por que si, lo se, aquel día, aquel 12 de marzo de 2009, es tu día de grabar una historia, por que tus acciones, te han dado el privilegio de seguirle mostrando a una sociedad, que es mas grande la pereza, o ese momento de no pensar en tu vida, esa ingenuidad de que eres un peatón, y que por tu sangre te han de respetar.
Aquel día pasaste a ser una estadística mas, en un punto geográfico del país donde no pasa nada, tu pereza de usar el puente peatonal, le ha mostrado a la sociedad que es, son, somos… demasiado imprudentes.
Mira, el puente peatonal esta justo arriba, ¿Para qué servirá?
Pero en esta ocasión esta bien, al menos para ti, por que has inculpado a un joven, que seguramente trabajando, hizo todo lo posible por no privarte de tu vida, pero que a pesar de todo, no ha podido detener ese monstruo de metal, ha llegado hasta a ti con un fuerte estruendo; pero esta bien, has logrado vivir, ahora preguntémosle a el, que opina.
Probablemente en horas de su trabajo, no podrá terminar el mismo, imprudente, ahora mírate, tu cuerpo se ha dañado, imprudente, señorita misterio, señorita imprudente, tus ganas de ahorrarte unas escaleras, ahora dejaran una marca en ti, imprudente, señorita imprudente, respira, estas viva, aún.
¿Ahora ya usaras el puente?
Si, probablemente…
Y ese es el problema, el único gran detalle, tienes un derecho, tienes un privilegio, y como peatón tienes mas, la ciudad te ha dado tu privilegio, se llama puente peatonal, un privilegio invaluable, por que protege lo mas valioso que puedes tener, tu vida.
Pero sin embargo, la señorita misterio podrá tener otro nombre el día de mañana, por que día a día, la misma acción se repite en todos lados, y desgraciadamente, uno como conductor debe de soportar muchas cosas, por que si atropellas a la señorita misterio, o al señor descuido, muy misteriosamente, debajo de un puente peatonal, seguramente todos te culparan, y te señalaran con el dedo, por que probablemente, es la obligación del conductor, darle el paso a la gente, sea donde sea, por que el peatón quiere privilegios, mas de los que ya tiene…
Y así pasan los días, así pasan las horas, y a cada instante del reloj, hay mas gente cruzando bajo un puente, finalmente, seguramente algún protestante si hará uso del puente peatonal, y… colgara un cartel.
Y me siento a preguntar, ¿Quién será la siguiente señorita misterio?, ¿O sigues tu, señor descuido?
7.3.09
Die heute bekannten Herrschaftstitel Kaiser und Zar sind aus dem römischen Titel entstanden.
Der Titel leitet sich vom Cognomen Gaius Iulius Caesars ab. Ursprünglich war Caesar ein römisches Cognomen, über dessen Bedeutung verschiedene Quellen unterschiedliche Auskunft geben. Eine der beiden wahrscheinlichsten Theorien ist die des Schriftstellers Plinius (naturalis historia 7,47), der den Namen daraus herleitet, dass der erste Träger dieses Namens aus dem Mutterleib geschnitten wurde (von lat. „caedere“ = schneiden). Andere glaubwürdige Überlieferungen gehen davon aus, dass caesar von lateinisch caesaries stammt, was etwa soviel wie „haarig“ bedeutet und damit wohl zum Ausdruck brachte, dass der so bezeichnete Zweig des Geschlechtes der Julier für dichte oder feine Haare bekannt war. Zwei weitere, hauptsächlich von der (meist eher unzuverlässigen) Historia Augustatradierte Theorien sprechen sich für caesa = „Elefant“ (Historia Augusta, Verus 2,3; Servius commentarius in Vergilii Aeneida 1,286) bzw. caesius = „blaugrau“ (Historia Augusta, Verus 2,4) aus. Nach der Elefantentheorie soll der erste Namensträger des Cognomen Caesar einen Elefanten erlegt haben – vielleicht spielt das auf den Ersten Punischen Krieg an.
Das Cognomen Caesar blieb in der Familie Iulius Caesars erblich. Caesar, der von seinen Ehefrauen keinen leiblichen Sohn hatte, adoptierte in seinem Testament seinen Großneffen Oktavian, heute bekannt unter dem Namen Augustus, sodass dieser sich Gaius Iulius Caesar nannte. Bald verzichtete Oktavian auf den Gentilnamen Iulius und führte stattdessen Caesar an der Stelle des nomen gentile. Zudem trat Imperator an die Stelle des Vornamens Gaius – sodass sich seit Oktober/November 40 v. Chr. der Name Imperator Caesar Divi filius („Sohn des Vergöttlichten“) findet. Der Name Caesar wurde von ihm zu Ehren und zur Verdeutlichung seines Machtanspruches getragen. Der den Herrscher kennzeichnende Titel war aber Augustus, der Oktavian 27 v. Chr. vom Senat verliehen wurde.
Oktavian gab den Namen Caesar weiter an seine beiden Adoptivsöhne Tiberius und Agrippa Postumus. Tiberius, der von 14–37 n. Chr. als Kaiser regierte, ließ seinen leiblichen Sohn Drusus und seinen AdoptivsohnGermanicus seit 4 n. Chr. den Namen tragen. Caligula, der Sohn des Germanicus und Nachfolger des Tiberius als Kaiser, nannte sich dieser Familientradition folgend ebenfalls Caesar. Mit Claudius (41–54) und Nero (54–68), die mit dem Geschlecht der Julier nur verschwägert waren, war Caesar nicht mehr länger nur ein Name, sondern wurde zum festen Bestandteil des Titels der römischen Kaiser. Diese Entwicklung schloss mit dem Ende der julisch-claudischen Dynastie nach dem Tod Neros ab – drei der Kaiser des Vierkaiserjahres 68/69, die alle nicht der Familie der Julier angehörten, gaben sich ebenfalls den Titel Caesar. Eine Ausnahme war Vitellius, der sich stattdessen als Consul perpetuus, „immerwährender Konsul“, bezeichnete, da der Titel Caesar zu viele monarchische Konnotationen weckte und er mit der römischen Republik in Verbindung gebracht werden wollte.
Galba, einer der Kaiser des Vierkaiserjahres, verlieh den Titel Caesar an seinen Adoptivsohn und designierten Nachfolger Calpurnius Piso. Von diesem Zeitpunkt an wurde der Titel auch an den jeweiligen Thronerben verliehen, was sich schon unter den Flaviern (69–96) bemerkbar machte. Spätestens seit der Regentschaft der Antoninen (138–192) wurde der Titel dann nicht mehr an alle Söhne des Kaisers verliehen, sondern nur noch an die Thronfolger. Während die Kaiser jetzt jeweils den Titel Caesar Augustus trugen, nannten sich die designierten Nachfolger nur Caesar. Der Titel Augustus kam erst bei Herrschaftsantritt dazu.
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